Inspirada en Las ciudades invisibles de Italo Calvino, y en recuerdo amoroso de mi abuela materna, es el nombre de obra. Angelina era una abuela divertida, coqueta, canchera que disfrutaba de cocinar, de contar raras historias, crear canciones y jugar juegos (muchos inventados en el momento por ella). Imaginándome un nuevo relato de Angelina, es que surgió el nombre de esta obra, donde los personajes se deslizan, se balancean, trepan, caminan, se esconden. Gracias abuela, por heredarme «la magia».