Nacida en Florida en el año 1978, Cintia Besanzini es diseñadora de imagen y sonido con diploma de la Universidad de Buenos Aires, recibida en el 2000. Entre el 2006 y 2007 cursa estudios de la carrera de Diseño de Interiores y en 2011 decide dedicarse al arte en mosaico. Lejos de estar satisfecha, Cintia continúa su búsqueda de conocimiento al estudiar dibujo, pintura y cerámica.
Tuvimos el privilegio de conversar con ella y conocer más de una gran referente artista argentina.
¡Muchas gracias Cintia por tu cordialidad!

Descubrí el mosaico hace 10 años, luego de atravesar un trastorno de ansiedad que me llevó a replantear varios aspectos de mi vida, entre ellos la necesidad de reconectar con el arte y el diseño, área en la cual me formé pero que tenía abandonada.
Comenzar a expresarme a través del mosaico fue, en principio, una terapia. Luego un emprendimiento que creció y se desarrolló hasta volverse mi actividad principal cuando abrí, junto a mi socia Claudia Soiget, el taller «Compañía de Mosaicos».
Finalmente hoy también puedo decir que es mi lenguaje, la forma en que elijo contar mi mirada del mundo.
¿Quienes fueron tus referentes en tu desarrollo artístico?
Son muchos los artistas que admiro y son de inspiración en mi camino artístico. A nivel local, Nushi Muntaabski y Lorena Contantini, dos grandes del mosaico. Del exterior: Giulio Menossi, Dino Maccini, Beatrice Serre, Fenella Elms y Sofia Beca, por mencionar algunos… La lista es enorme!
¿Qué te inspira a realizar una obra?
Son muchos los disparadores que me funcionan como inspiración para encarar una obra nueva… A veces es una paleta de color, un material, un elemento o un tema. Cada una de mis obras cuenta con su propia historia con respecto a su «génesis», pero lo que todas tienen en común es un trabajo previo bastante fuerte. Siempre tengo prácticamente todo definido antes de sentarme a pegar la primer pieza, y creo que este modo de trabajar proviene de mi formación en diseño.
¿Cuál es el mejor consejo artístico que recibiste?
No sé si es exactamente un consejo, pero una vez me dijeron una frase que me quedó grabada en la memoria y la tengo siempre presente: «defecto + intención = efecto».
Suelo acudir a ella cuando las cosas no me salen tal cual el plan, me ayuda a buscar la forma de resolver y seguir adelante.
¿Qué opinión tenés sobre el desarrollo del mosaico en Argentina?
Me sorprende muchísimo lo que creció el mosaico desde que empecé a transitar su camino. Antes era bastante difícil hacerse de los materiales y herramientas para trabajar, y hoy está repleto de negocios especializados, sólo por mencionar un ejemplo!
Esto denota que hoy en día hay mucha gente haciendo mosaico y me parece genial. Cuanta más gente incursione, más artistas del mosaico irán emergiendo, y a más artistas, cada vez más se entenderá al mosaico como un lenguaje artístico y no una mera técnica.
¿Qué fortalezas y debilidades ves en los artistas argentinos?
Dentro de las fortalezas creo que sobresale nuestra capacidad de trabajar con materiales poco convencionales. Si bien hoy en día tenemos acceso a casi todos los materiales y herramientas típicas del mosaico, no siempre fue así, y esa carencia nos empujó a experimentar, probar y descubrir el potencial de otros elementos.
En cuanto a las debilidades, creo que los mosaicistas argentinos deberíamos comprender que depende enteramente de nosotros que el mosaico sea considerado un arte, y de esa forma ingresar en museos y galerías. Desde esta consciencia y con ese objetivo común tendríamos que ser muchos más los artistas que además de producir, generemos espacios de exposición y difusión.
Has participado en la realización de varios murales colectivos, ¿cuál fue el que te enriqueció más como artista?
Creo que el mural que más me marcó fue «El abrazo», instalado en el Hospital General de Niños Pedro de Elizalde, con idea y dirección a cargo de Fernando Bekir y Mariela Gatto.
Se trató de mi primera experiencia trabajando en equipo en un proyecto a gran escala y fue determinante en mi carrera como mosaicista. A partir de ese trabajo supe que quería dedicarme de lleno al mosaico; además durante esa experiencia conocí a mi actual socia, Claudia Soiget.
¿Qué es lo más valioso que brinda a sus alumnos y clientes ‘Compañía de Mosaicos‘?
Como taller escuela creo que lo más rico que «Compañía de Mosaicos» brinda es un enfoque muy amplio en cuanto a estilos y formas de trabajo. Esto es algo que surge del hecho de que seamos dos profesoras, con visiones y experiencias diferentes, acompañando en simultáneo los procesos de aprendizaje de cada alumno.
Con respecto a los clientes, creo que nos destaca la seriedad con la que encaramos cada proyecto, sin importar su envergadura. Nos proponemos que cada cliente se enamore del mosaico que le realizamos, y para esto escuchamos muy atentamente sus requerimientos… el objetivo es lograr materializar su visión. Hasta ahora creo que siempre lo hemos logrado.
¿Qué es lo que más te gratifica de la docencia?
Enseñar el arte del mosaico es un privilegio. Lo que más me gratifica es presenciar la evolución en los alumnos. Son muchos los que llegan al taller diciendo «no sé hacer nada» y al tiempo los ves creando obras maravillosas. Este crecimiento impacta a todo nivel, les da una seguridad que muchas veces trasciende el marco del taller, y eso es fascinante.
¿Qué mensaje le dejarías a la gente que comienza a realizar mosaico?
A todos los que se están iniciando les diría que consuman mucho arte, pero no sólo mosaico. Que se nutran de la pintura, el dibujo, la cerámica, la música, el cine… todo! Es la mejor forma de estimular la creatividad para finalmente lograr una imagen propia y no caer en la copia.
Con respecto a la técnica: hacer, hacer y hacer. La práctica es la única manera de dominarla.
¿Cuál es la parte más desafiante de ser artista y también curadora de exposiciones?
Creo que el desafío de todo artista es lograr una imagen propia, una identidad, y desarrollarla permanentemente para evitar caer en lugares comunes y repetirse.
En cuanto a la curaduría, elegir las obras o a los artistas de un colectivo y armar un salón conlleva dos grandes responsabilidades: para con el público, mostrarles una colección de obras con alto nivel técnico, sugerentes y estimulantes, que los movilice en algún sentido. Y para con los artistas, ubicar sus obras en el lugar correcto dentro del recorrido propuesto. Cada obra guarda un pedacito de la vida de su creador, y se merece el lugar justo donde poder brillar.
PH gentileza Cintia besanzini
Entrevista: Vanesa Galizia – Analía Pelaia
Edición: Vanesa Galizia